Caperucita ojos de miel
En medio del bosque iba caminando con un canasto en la mano, grité cuando vi al lobo, ese pequeño lobo que siempre me persigue y al que le tengo pavor desde que mi madre me advirtió que era una parrandero y es que siempre que se me acerca jamás sé que es lo que quiere, solo llega, me acosa y se va y vaya que no soy tan bonita. Esa tarde soleada en medio de el bosque fresco con olor a pinos y me llegaba el aire fresco del amanecer de la primavera. Mi madre me envió a comprar fruta al mercado porque mi tierna y adorable abuelita hace cockteles para vender en el tianguis del miércoles, bueno como iba diciendo, ese día soleado en esa mañana de abril se me acercó el horrible lobo con sus garras tan feroces y sus dientes afilados queriéndome comer. Sí, comer a besos, eso creería todo el mundo o también, y acá entre nos, yo eso deseaba desde hace ya algún tiempo, pues ese día que se me acercó el lobo, estaba dispuesta a no dejarlo ir sin saber sobre sus negras intenciones. Aquel día,